lunes, 1 de agosto de 2011

Mi foto
Amables lectores: Los interesados en mi libro
"De Bolombolo a Aracataca" lo pueden adquirir en el link:
www.lalibreriadelau.com

Se trata de una librería de reconocida honorabilidad internacional y agilidad en los envíos a cualquier lugar de Colombia y del mundo. Deben escribir el nombre del libro o del autor al inicio de dicha página, en el espacio dispuesto para ello. Los derechos de autor del libro fueron cedidos por éste a la Universidad del Magdalena, universidad pública ubicada en la ciudad de Santa Marta, Caribe colombiano. El prólogo del libro, la presentación y el inicio los pueden leer al final de este blog. Muchas gracias.
Álvaro González Uribe
¿Balas perdidas?
Por Álvaro González Uribe
Julio 29 de 2011

Si vamos a eso, no solo las perdidas son las balas. También hay granadas perdidas, cilindros bombas perdidos, minas antipersonales perdidas, carros bombas perdidos, moto serrazos perdidos, violaciones perdidas, abusos de autoridad perdidos, estafas perdidas, secuestros perdidos, peculados perdidos, montajes perdidos, vacunas perdidas, gobiernos perdidos y decenas de atropellos perdidos.

Es que esas balas se llaman perdidas porque dicen los medios y las autoridades que no van dirigidas a la persona que las encuentra sino a otra, o dizque porque no van orientadas a ninguna persona ya que salen a dar un paseo por ahí. Por eso dicen que las balas son perdidas, porque salen escupidas de cualquier cañón a vagar sin rumbo por el aire colombiano a ver quién se les interpone en su ruta veloz para rasgarle la piel y después sus órganos y después el sosiego y la alegría de quienes lo quieren; o porque salen con nombre propio pero otro nombre propio se interpone en su camino; o porque salen solo a estirar las piernas sin rumbo en cualquier parte y encuentran a alguien que sin querer ni saber les da un destino en su cuerpo. Sea lo que fuere, cumplen puntualmente su cita a ciegas o prevista con la víctima.

(Para que lleguen a todas partes y sin discriminación alguna, y sean contundentes y precisas ¿por qué mejor no hay cartillas perdidas, medicinas perdidas, comida perdida, viviendas perdidas, ropa perdida, empleos perdidos, pensiones perdidas, paz perdida y felicidad perdida?).

Yo sé: es que se trata de la violencia perdida, de una violencia que sale de cualquier parte a herir, a matar, a desaparecer, a despojar, a desplazar, a robar, a violar, a obligar a votar o a no votar, a arrollar en calles y carreteras, a injuriar, a romper derechos. Es perdida, claro, perdida por donde se le mire, perdida por muchas razones: porque es una modalidad de violencia indiscriminada, sorda, ciega, muda “sin-mediar-palabra”, eso: una violencia sin sentido. Una violencia porque-sí; porque en últimas todo lo conseguido por la violencia es perdido.

Las balas circulan, toman el sol o el fresco; las balas salen de una casa y se suben a un bus, a una moto o toman un taxi. Navegan raudas encima de calles y aceras, a veces doblan esquinas y hasta respetan los semáforos, cazan en los bosques, ¡en los bosques de caperucita roja!, juegan veloces en los parques, ¡en los parques infantiles!, es que paradójicamente aciertan más en los blancos pequeños cuando se supone que a mayor volumen y extensión es menos difícil errar, como se comprobó una vez más con Valentina de seis años quien murió el lunes pasado en Medellín porque la encontró una “bala perdida”.

Las balas salen cualquier día y a cualquier hora y pagan un boleto cualquiera para entrar a cualquier parte y terminan su rumbo en cualquier ser humano. Entran a cualquier sitio porque no tienen lugar vedado: entran a un colegio, a una guardería, a una casa de familia, a un banco, a un carro, hasta a un avión han entrado.

Pero entonces es que el problema -la tragedia- no son las balas perdidas en sí, ni son las decenas de objetos contundentes, afilados y dentados perdidos que encuentran vidas y las vuelven perdidas, no. Y tampoco el problema -la tragedia- es esa violencia perdida durante 500 años, no: El problema -la tragedia histórica- somos millones de colombianos perdidos, deambulando como zombis, buscando un destino, errando en un paraíso perdido.

Eso: el problema es un país perdido, es Colombia como nación perdida desde hace 201 años. Perdida, qué digo, no es perdida porque no se puede perder quien nunca ha tenido un rumbo; no se extravía lo que nunca ha tenido sitio ni destino ni sendero. ¡Ay Valentina!, ¡Ay Valentinas y Valentinas! ¡Ay Colombialma!
Corrupción: más que un robo
Por Álvaro González Uribe
Julio 22 de 2011

La corrupción en altas proporciones y en tantos ámbitos, además del gran vacío que le deja al erario público -es decir, a los ciudadanos- genera tres perversas consecuencias: Primera, la mengua en la legitimidad del Estado y de los gobiernos; segundo, el desaliento de los ciudadanos hacia el pago de impuestos; y, tercero, el desprestigio de la democracia como sistema.

El robo es lo que primero se mira, se critica e indigna. Lógico, porque es el efecto inicial y la carne suculenta de los escándalos que se publican. Sin embargo, las secuelas posteriores son más dañinas.

Es muy difícil creer en un Estado tramposo y ladrón, en su autoridad para imponer normas, y en sus lineamientos y políticas. El desprestigio causado por la corrupción lleva a un descreimiento por las instituciones que puede ocasionar un desgobierno. Obviamente, la corrupción no es cometida por el Estado, persona jurídica que no actúa por sí sola sino por medio de funcionarios que la manejan, y que en conjunto se llaman gobierno que a su vez representa al Estado. Pero todos los conceptos quedan manchados.

Eso es lo mismo que busca la guerrilla hace mucho y que no ha logrado, pese a la ineficiencia en el tema de los últimos 18 gobiernos. Sin embargo, la corrupción en la magnitud y extensión que hoy estamos viendo puede lograr ese descrédito. Los funcionarios corruptos y sus cómplices privados le están haciendo el trabajo a la guerrilla, pese a que ésta además de sus medios inaceptables es también corrupta. Pero de la guerrilla no esperamos pulcritud porque además tampoco votamos por ella ni la queremos.

Así pues, la corrupción resulta siendo subversiva: carcome la legitimidad del Estado y mina su credibilidad hasta convertirlo en un fardo. Y no discuto acá bajo cuál gobierno ocurrieron los actuales hechos ni bajo cuál se investigan, quiero ir más hondo: la imagen general que está quedando es la de un Estado que no hace su trabajo, no vigila el dinero que le damos con el objeto de que nos haga obras y nos preste servicios, y que se lo deja robar de unos cuantos. ¿Entonces para qué sirve una cosa así?

Por otro lado, la corrupción origina desconfianza que a su vez genera cultura del no pago. ¿Quién va a querer pagar sus impuestos en la cantidad establecida y a tiempo, si sabe que se los robarán? ¿Quién quiere seguir trabajando para esos señores que están hoy en La Picota unos, en cargos públicos otros, o en empresas privadas los demás? Nadie. Los países menos corruptos tienen la mayor cultura de pago de impuestos.

Pero hay más: la democracia también sale muy maltrecha con tanta corrupción, quizás está herida de muerte. A fin de cuentas, la democracia es el camino por el que se llega a manejar el Estado y la cancha en la cual éste juega, y la corrupción también la desprestigia como sistema, tanto por ser el camino técnico hacia un fin y a la vez fin, como por estar impregnada de corrupción en su proceso. En campañas y elecciones empieza la ruta de la corrupción, el "iter criminis” que llaman los penalistas.

La corrupción vicia entonces el camino, el fin o poder que otorga, y el establecimiento que conforman: democracia, gobierno y Estado quedan desprestigiados y en duda, en una inmensa duda que los deja agonizantes; ¿quién los puede reemplazar? No quiero ni pensar en la respuesta.

Más atención, que aquí no solo estamos jugando a policías y ladrones: quizás asistimos al derrumbamiento de un sistema social y político sin que siquiera estemos pensando en idear un cambio democrático y legal profundo. Y hay buitres merodeando…

Ya están tejiendo la red
Por Álvaro González Uribe
Julio 15 de 2011

Faltan tres meses y medio. Decir que la trampa apenas se empieza a urdir sería ingenuo y un contrasentido histórico. Sin embargo, a pesar de esa aplicada labor de años, aún se puede reducir en algo el botín, así uno se sienta escribiendo la misma columna previa a todas las elecciones de Colombia.

Sin que tampoco sea un requisito ni eso me dé más credibilidad que otros columnistas -ni más faltaba-, sobre este tema puedo escribir sin que me digan “entonces métase usted y no hable tanto”, pues para mal o para bien pasé por varias campañas electorales como candidato, como cargaladrillos, como directivo y como veedor imparcial, muchas veces sin éxito, quizás por pensar así.

Por eso puedo y debo y tengo que escribir de nuevo esto, porque siento toda la autoridad que me dan la experiencia, la observación de la realidad política colombiana y, en especial hoy, las lecturas de las recientes investigaciones realizadas por organizaciones como la MOE y Nuevo Arco Iris, en buena hora escuchadas por el Gobierno.

Esta cosa meses antes de unas elecciones, en que publican y publican investigaciones, en que advierten y advierten, en que se observa en vitrina cómo trazan a la luz del día el mismo camino de siempre, me recuerda la voz de mi mamá cuando niño: “Mijo, cuidado, no se meta ahí, se va a caer, le va a dar gripa, mijo, hágame caso…”, pero nada: uno se metía ahí, y uno se caía y a uno le daba gripa.

Ya habló el Ministro. No sobra un primer dique trancado por el Estado, para que al menos no se vea tan vergonzoso, pero los peces gordos hace mucho entendieron que es mejor actuar con testaferros sin estrenar juzgados, a veces no tan testaferros porque son cónyuges, sobrinos, hijos, hermanos y prójimos con cien grados centígrados de consanguinidad, afinidad y complicidad. Así que como siempre casi todos llegarán indemnes a los tarjetones en retratos hablados o prestados.

Con validez jurídica dijo el Ministro que el Gobierno actuará hasta donde legalmente pueda, y que ya todo queda en manos de los partidos y la nueva ley. ¡Qué pena!, se actúa en derecho, sí, pero este asunto no le quedará a los partidos, y el Ministro lo sabe porque además éstos ya le protestaron pese a las dudosas o insuficientes purgas internas que están aplicando por ventanilla única.

Este asunto nuevamente le llegará vivo a los electores el día de elecciones, y quedará en las manos de nosotros. De nosotros tan débiles, tan ignorantes, tan picaritos, tan inmediatistas, tan necesitados, tan desesperanzados, tan desentendidos, tan trashumantes, tan bobos, tan confundidos, tan amenazados, tan deslumbrados, tan engañados, tan pueblo.

Qué más da que sean Bacrim, mafia, guerrilla, paracos, rancios caciques, politiqueros, ignorancia ciudadana, dineros públicos, bajas o altas presiones, violaciones a la inocua ley de garantías, fraudes, compraventa, permuta, superación de topes, nepotismo, pin uno, pin dos, pin tres…, pin ocho y candidatos mentirosos, qué más da, es lo mismo: democracia bajo presión, precio, engaño, nexos, error o molicie.

Algo harán: a algunos candidatos les impedirán que se postulen, a varios elegidos les quitarán la investidura (a veces después de cumplido el periodo), a otros pillarán en “conducta tipificada en el Código Penal como delito contra el sufragio”, en fin, algo harán, pero mínimo frente al lodazal gigantesco.

Yo prometo que no volveré a decir “se los dije” aunque advierto que es posible que no cumpla, si me dejan. Pero el problema no es este columnista gritando en el vacío, el problema hombre es Colombia cada vez más p’atrás, inequitativa y violenta por mal manejadita, por elegir tanta gente regularcita, mal, gracias.
¿Y dónde está el pepino?
Por Álvaro González Uribe
Junio 8 de 2011

Las agencias de investigación internacionales no han tenido éxito en la búsqueda del origen de la nueva amenaza terrorista que se cierne sobre el mundo, y tampoco hay certeza sobre sus creadores. Se trata de una letal arma biológica que tiene en arduos trabajos tanto a los científicos como a las autoridades.

Las pesquisas se han enfocado en supermercados, huertos, restaurantes, canastos, empaques, costales y camiones, pero ya fueron extendidas a los aeropuertos, fronteras, y muelles marítimos y fluviales.

Se trata de una nueva versión corregida, aumentada y repotenciada de la bacteria Escherichia coli, alias “E. coli”, la cual, según las investigaciones hasta ahora adelantadas, se camufla en uno o varios pepinos cuyo rastreo ha sido infructuoso, aunque también hay sospechas de que se mimetiza perfectamente en tomates, lechugas y otras hortalizas.

Ya ha causado varios muertos y armó un tremendo conflicto interno dentro de Europa, pues Alemania acusó apresuradamente a España de ser el país originario de la temible arma. Le dicen “La Guerra de los Pepinos” y amenaza con extenderse por todo el mundo.

Las sospechas se orientan hacia España debido al grupo terrorista Eta, y también por ser un país residencia histórica de los hermanos árabes. Lo último se debe a que no se descarta, y más bien hay serios indicios, de que el arma fue creada por Al Qaeda y difundida por una célula suya autodenominada “Los Pepinos” -aunque también se habla de “Los Tomates” y de “Las Lechugas con Burka”-, como retaliación por el reciente abatimiento de Osama bin Laden cuya muerte han jurado vengar sus amigos.

En los aeropuertos hay alerta roja y gran confusión, pues como se están utilizando las nuevas impudorosas máquinas de rayos XXX para inspeccionar a los pasajeros, se han presentado varias falsas alarmas en la búsqueda de los pepinos en el momento de examinar a ciertos viajeros masculinos. Se dice que en los aeropuertos franceses algunas agentes mujeres ha exclamado varias veces en tono nervioso el clásico “¡mon dieu!” (no puedo mencionar acá su versión caribe), ante el avistamiento en pantalla de supuestos pepinos 9 mm, a pesar de que se ha dicho que el tamaño no importa, pues el arma es mortal en cualquier dimensión.

El desconcierto es total. En estos momentos hay un bloque de búsqueda elite integrado por científicos y agencias especiales de seguridad europeas y estadounidenses, investigando exhaustivamente la huerta casera encontrada en la casa donde cayó Osama en Pakistán.

En el patio de la mansión fue hallado un huerto con gran variedad de pepinos, arbustos de mostaza gaseosa, arracachas cruzadas con Al Qa-chofas y sandías chinas explosivas, patatas bomba, pringamozas polinizadas por abejas africanas, y una extraña planta mezcla entre frijol recalenta’o, repollo, brócoli y coliflor regada con leche de camello, comúnmente usada en el lanzamiento de torpedos tierra aire.

Al parecer el jeque de Al Qaeda estaba desarrollando armas biológicas para atacar al demonio occidental, y todo apunta a que algunas alcanzaron a salir en fase de experimentación. Sin embargo, hasta ahora solo se trata de especulaciones, aunque cunde el caos porque no hay señas del pepino portador ni de su origen exacto.

De todas maneras, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá en las próximas horas para analizar la sospechosa respuesta de Chávez en su última alocución de Aló Presidente cuando le preguntaron por el asunto: “Me importa un pepino”.
En mi puerto...
Por Álvaro González Uribe
(Santa Marta, julio 8 de 2011)

Sentado en este pequeño muro otrora playa mis pies cuelgan encima del océano. Lo pienso como océano y lo nombro como tal cuando imagino todo el planeta donde englobados ambos viajamos por el universo; y lo pienso como mar y así le digo cuando lo respiro como morada, camino, botín y catacumbas de taínos, caribes, conquistadores, esclavos africanos, piratas y tantos más que aún merodean por aquí.

Pero bueno, ahora sólo espero que por el horizonte aparezca lejana la próxima pregunta navegante cada vez creciendo al acercarse a mi puerto. Todos los barcos son inmensas preguntas: ¿Qué traerá? ¿De dónde vendrá? ¿Cuánto tiempo sin tocar tierra? ¿De dónde será?

Tengo bajo mis pies y frente a mí al Mar Océano, al Mar de Colón o al Mediterráneo Americano, como le llamaron al rasgar su velo a cañonazos. Las palmas de mis manos apoyadas sobre el borde del muro a un metro sobre el nivel del mar, que dicen técnicamente. A veces me salpican gotas de océano cuando una ola cimarrona se atreve a desordenar la serenidad de la bahía.

El barco se aproxima, poco a poco crece. Se acerca la gran pregunta. Inevitablemente me atracan esas preguntas que sé nunca tendrán respuestas, porque además tampoco me interesa averiguarlas. ¿De dónde ayer o antier? ¿Para dónde mañana o pasado mañana? ¿Quién y qué y cuánto adentro o encima? Mejor así como peguntas puras y limpias. Una pregunta sólo es tal si no la trunca una respuesta. Una pregunta muere cuando tiene respuesta. Por eso este barco que llega, al que ya coquetea su diminuto remolcador y guía, no puede tener respuestas porque pierde su rico misterio si sé cosas de él.

“De La Habana viene un barco cargado de...” recuerdo el juego de letras y palabras que me enseñó mi madre tierra muy adentro hasta donde no llega mar en mi Medellín del alma, lo jugaba con ella y mis hermanos y hoy con mis hijos. Quizás este barco venga de La Habana cargado de…, qué se yo... No importa. Sólo me importa que viene de y está cargado de. Llega al puerto más discreto y profundo que encontraron los españoles, socavado en la costa por corrientes milenarias en esta bahía bonita y serena con la imponente Sierra misteriosa a su espalda.

Ver barcos que llegan o se van es uno de mis oficios. Llegan esas moles y es como si llegara un mundo ahí adentro para germinar mi imaginación y mis preguntas. En las mañanas, a medios días y en los atardeceres me gusta verlos llegar a mi puerto. Casi silenciosos, solo un ronroneo se escucha entre olas reventonas aisladas, entre ¡patrón tire una moneda!, entre ¡helados!, ¡cerveza!, y entre la algarabía de cientos de pericos que se disputan las ramas de los almendros en las tardes.

Todos tenemos un puerto a donde llegar y de donde partir, y en donde ver llegar y ver partir. En este sosegaban los tayronas; llegó el notario sevillano Bastidas sometió y fundó; arremetió el vicealmirante inglés Goodson e incendió; y desembarcó mi general Bolívar para morir vencido, dejar su corazón y zarpar luego vacío y triunfante en patriótica paradoja.

Mi vocación es preguntar; es mi manera de vivir aunque sé que nunca tendré respuestas finales, porque las respuestas se convierten en preguntas y así hasta nunca terminar. Y qué mejor teatro de preguntas que un puerto donde llega lo inédito, marinos de todo el mundo, todos los idiomas, todos los trebejos, todas las razas. También salen..., y se me está ocurriendo que un día quizá sí intente responderme una pregunta: me quedaré mucho tiempo acá sentado para calcular si mi país se está saliendo o se está llenando de lo que estos buques traen a mi puerto o se llevan de mi puerto.
La yuca revolucionaria
Por Álvaro González Uribe
Julio 1 de 2011

“Una simple mata de yuca produjo un trancón frente a Meridiana Radio, emisora comunitaria de Santa Ana, Magdalena. El tubérculo fue llevado al medio de comunicación por Edgar Méndez López, quien dijo que por el peso su vehículo se le espichó tres veces antes de llegar a su destino” (El Informador, Santa Marta, 6-6-11).

Y expresó don Tomás Jiménez Alvear, el campesino que sembró la planta: "Yo soy el hombre que sé cómo se siembra la yuca para que salga paría, eso no lo sabe todo el mundo, es un arte, como el que toca acordeón o escribe poesía…".

¿Qué tal esa pieza magistral amables lectores? Sólo faltan acordeón, caja y guacharaca y queda el vallenato listo, sin necesidad de arreglos ni coros ni más arandelas.

Disfruto cosechar estas noticias que brotan en tierra caribe, cuyo diario suceder reafirma a Macondo en el tiempo y nos recuerda los vallenatos marca Escalona. Tales sucesos son el insumo silvestre de novelas, cuentos y canciones, y sólo esperan por alguien que les dé forma literaria o los musicalice, como Gabo o Rafa el sobrino del obispo. Por lo pronto, yo intento narrarlos en mis columnas, lo cual me divierte mucho al igual que creo también alegra a los lectores.

Porque la nota sigue: “Jiménez Alvear, un agricultor de 75 años de edad, dijo que sembró esa vástiga de yuca mona blanca el primero de febrero del 2010, por lo que sólo cuenta con un año y cuatro meses; sin embargo, estaba tan desarrollada que para arrancarla necesitó ayuda de cuatro personas.”

Y agregó don Tomás: "Antes de morir tengo que dar el secreto a uno de mis nietos, pero todavía no porque después me falseo; yo reto a los tapieros, batalleros, jaraberos y san fernanderos, a que siembren junto conmigo, el mismo día y en la misma tierra para que vean que eso va en la mano, no a todo el mundo le pare igual la yuca".

Amodorrado en la ribera derecha del río Magdalena a la altura de Mompox, el apacible municipio de Santa Ana se conmocionó con la super yuca gigante cuya foto publicó el periódico El Informador. Al verla, en verdad queda uno sorprendido y a la vez extrañado: ¿si en esta tierra pasan estas cosas por qué el pueblo aguanta hambre?, o al menos ¿por qué algunos se aburren o a todo le sacan pero?

Sin duda, el Ministerio de Agricultura debe contratar a don Tomás Jiménez para que -previa la compra de los derechos sobre su “arte” u obtención vegetal- sea quien lidere el mejoramiento del clave sector agrícola del país y por ahí derecho les quite las caras largas a todos. Esa yuca puede ser la revolución del agro colombiano al incrementar su productividad y generar unos ingresos seguros.

Es que no fue cualquier rabanito: “Por su parte, yuqueros de profesión como Pedro Martínez, Manuel Navarro, Eduardo Armenta y Carlos González no sólo se santiguaron al ver el tamaño de la yuca, sino que se quitaban el sombrero, ya que en su larga experiencia como cultivadores de mandioca, nunca vieron una que midiera 97 centímetros de largo y 48 de espesor. Por su lado, Donaldo Paternina, presidente de la Asociación de Campesinos de Santa Ana, al conocer esta noticia, expresó que se le hizo un homenaje al señor Tomás Jiménez Alvear el 5 de junio, Día del Campesino…”.

No es más. Gustoso, feliz y facilito hoy cumplí con ustedes pacientes lectores y les gorreé mi columna al periodista de El Informador y al compadre Tomás Jiménez; que sea otro homenaje a este inédito juglar del departamento del Magdalena, al yuquero más berraco de toda la región y sus alrededores. Bueno, sí hay más: reto al que sea capaz de encontrar en el mundo otro más teso pa’ sembrar yuca y pa´ narrar. ¡Juepajé, ay hombe, viva el Caribe carajo que yo invito hoy!
¿Y los indignados de Colombia?
Por Álvaro González Uribe
Junio 23 de 2011

“indignación. 1 f. Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos” (Diccionario de la lengua española).

Muchos pensaron que el movimiento de “Los indignados” o 15-M nacido formalmente el pasado 15 de mayo en España se iría diluyendo. Sin embargo, pese a ciertos amagos de dispersión el movimiento ha recobrado fuerzas. Ya sin el supuesto señuelo de unas elecciones inminentes, los indignados de España se fortalecen y crecen, pues cada vez se destapan más ciudadanos auto reprimidos o inducidos en un letargo mental colectivo de varios años que ahora sale a la luz pública.

Incluso, crece la cantidad de países donde este fenómeno se replica, ya sea con características similares a las de España o con otras propias de cada pueblo, pero siempre con la misma esencia: la indignación por la persistencia de un estado de cosas que poco a poco ha ido asfixiando los espíritus, succionándole al ciudadano su humanismo y la razón de su existencia.

En el fondo subyace esa especie de angustia existencial individual y colectiva, cuya desesperanza nace de un statu quo atornillado en beneficio de quienes se tomaron al mundo con simple ánimo de lucro, carentes de alma y por tanto de ideologías o creencias para llenarlas. Por eso los indignados no tienen banderas partidistas ni religiosas, y si sabemos leer bien sus pretensiones, vemos que solo flamean la bandera del humanismo, exigen poder ser nuevamente humanos, tratados como tales y tener un mundo viable.

En Colombia estamos empantanados desde hace más de 200 años cuando ni siquiera éramos Colombia. Hoy se percibe un cansancio de gobiernos si se quiere más absurdos que ineficientes o corruptos, donde ya ni vale la pena señalar a alguno en específico. Es una hartera general con una dirigencia histórica que gobierna en círculos como el tiempo de Macondo, donde unos nutren su favor popular de los errores de sus antecesores y éstos de aquellos sucesiva y al parecer infinitamente si no rompemos esa inercia.

En Colombia son 200 años de indignación pero con una diferencia respecto a otros países: sin indignados que se manifiesten de una manera inteligente y efectiva; sin indignados que no busquen simplemente reemplazar a los indignantes de turno para hacer lo mismo que éstos; sin indignados que no tengan ambiciones de poder por poder o cobrar vindictas personales. Por eso no pueden ser indignados la guerrilla, ni la oposición del momento, ni quienes buscan refundar la patria o vengarse.

El actual momento nacional puede ser histórico si los colombianos queremos. Hoy las cosas están puestas en bandeja para iniciar un gran movimiento de naturaleza y objetivos muy diferentes a los surgidos antes, involucrado en la dinámica del efecto dominó español, árabe y de otros países. Ya están los ingredientes maduros: la avalancha arrasadora de perversidades que se están destapando, sumada al hastío por una histórica violencia de todo tipo y color, por una delincuencia vestida de narcotráfico hoy, de contrabando antes y de cuello blanco siempre, por los atropellos oficiales y privados, por la injusticia, la pobreza y las desatenciones del Estado.

En Colombia estamos indignados, tenemos mayores motivos para estarlo que los españoles. No nos leemos en los partidos, ni en los grupos guerrilleros ni en la inacción de las religiones ni de los abstencionistas ni apáticos, porque además la indignación es también contra ellos, contra sus métodos y su inoperancia.

Tenemos “enojo, ira, enfado vehemente” contra tanta inmundicia junta y sin vergüenza, parapetada cobardemente en las brumas de las selvas y montañas de Colombia, y tras los escritorios en guaridas públicas y privadas.
La bogotanización de Colombia

Por Álvaro González Uribe
Junio 17 de 2011

Los lectores habrán notado que en los últimos meses las noticias de Colombia cada vez están siendo más acaparadas por Bogotá, hasta el punto de que las regiones y demás ciudades solo tenemos breves espacios cuando ocurren hechos de sangre torrentosa -crónicas rojas de provincia que les encantan allí- o cuando de alguna manera afectan a la helada villa de Jiménez de Quesada.

En Bogotá lógicamente pasan más cosas por su condición de capital, por ser asiento de los órganos de poder nacional, y porque es la ciudad más grande, pero el motivo de la sobreinformación no puede ser ese, porque hay 40 millones de colombianos que no vivimos allí y la geografía nacional es mucho más amplia. Sin duda, hay miopía o quizás comodidad de varios periodistas que no salen de la Sabana o que se contagiaron de la bacteria del centralismo.

En las demás ciudades y regiones estamos cansados de que a toda hora nos estén contando repetidamente las tragedias de una tal Veintiséis (¿es una calle o una bacrim?); que un transmilenio se chocó; que inauguraron el portal (¿de Belén o web?); que la terna o los candidatos para la Alcaldía (la toman como si fuera la Presidencia de la República); que el anticipo de cierta obra; que la venta de ETB; que fulanita manejaba ebria; que Millonarios y Santa Fe (ni en eso hay equidad); que el futuro de la Séptima (¿papeleta?); que Suba (¿a dónde?); que la operación retorno va sin tropiezos; que el rio Bogotá (como si no hubieran más ríos en Colombia); y qué nombre le pondremos a Eldorado materile-rile-ro; en fin. Quizá sean hechos importantes para esa porción de terreno, pero con tanta información ajena la otra Colombia se queda viendo un chispero y le toca pellizcarse para ver si existe.

Se trata de otra manifestación del centralismo consuetudinario que empieza por las leyes y se mantiene nutrido por el arribismo de muchos, incluyendo provincianos convencidos de que todo lo de Bogotá es lo “in”, y que hablan más de la “zonarrosa” y de “andrescarnederrés” que de los piqueteaderos, tiendas o fondas de su departamento de origen.

Cualquier cosa que pase en una localidad o esquina de Bogotá está repercutiendo innecesaria y hoy infortunadamente en el resto de Colombia. ¿Para qué un país tan grande y diverso si basta con Bogotá? Razón tenía Fajardo cuando al inicio de la trifulca de los verdes por la candidatura a la Alcaldía de la capital, expresó que el país y el Partido Verde estaban atascados en esa ciudad.

No es contra los hermanos rolos, como tampoco tengo nada contra ningún colombiano en razón de su lugar de nacimiento o residencia. Los orígenes de nuestros males humanos están en otro plano. Me parecen absurdos, facilistas y dañinos los regionalismos positivos y negativos. Es más: en el caso que nos ocupa tienen más culpa los bogotanos adoptivos -hoy son más que los divertidos rolos rancios- y muchos habitantes de las regiones con ruana o esmoquin alquilado.

Lea ahora amable lector los titulares de los periódicos que llaman “de circulación nacional”, o escuche y vea los noticieros de radio y TV de las cadenas y canales “nacionales”: cerca del 50 por ciento de lo “nacional” ocurre en Bogotá y solo interesa a los bogotanos.

¿Qué tal si un día en todos los medios de comunicación ensayamos omitir las noticias locales de Bogotá, a no ser que influyan realmente en la vida del resto de Colombia? Es una manera de empezar a reconocer (a conocer, mejor…) a todo el país como base para una descentralización real, equitativa y justa. Bueno, lo que sea, pero por favor: estamos hasta la coronilla hoy de Bogotá, y, lo peor: cansados de su mal ejemplo; ¡Colombia se bogosatanizó!

lunes, 13 de junio de 2011

El Burro abstencionista

Por Álvaro González Uribe
3 de junio de 2011

Desde que vivo en el Caribe colombiano dejé esa costumbre del interior -y de muchas partes del mundo- de subestimar a los burros y ponerlos como ejemplo de brutalidad. Aprendí su nobleza, inteligencia y en especial la utilidad de estos simpáticos animales. No en vano al niño Jesús en su solitario nacimiento lo acompañó un burro, el mismo Cristo ya mayor entró triunfante a Jerusalén montado en una burra “¡Hosanna, Hosanna!”, y todos los diciembres en mi burrito sabanero voy camino de Belén.

Ya en estos tiempos modernos más profanos, admiro al Biblioburro del profesor Soriano que va de vereda en vereda por las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta llevando libros a los niños, a más de ver cotidianamente cómo estos dóciles y fuertes cuadrúpedos son el amigo fiel que acompaña a muchos en sus labores diarias para ganar el ñame con el sudor de la frente… del burrito. Así pues que no vuelvo a cometer la burrada de burlarme de los burros.

“El burro intelectual”, fue la canción de moda en los últimos carnavales de Santa Marta y Barranquilla:

“El burro le dijo a la burra:
Yo me voy a preparar
Me voy a poner a estudiar
Ya no quiero rebuznar
Yo quiero aprender a hablar
(…)
Ser un burro intelectual.
(Juan Samuel ¿qué le dijo la burra al burro?):
No te pongas a inventar
Tu tienes que rebuznar
No te pongas a estudiar
Quiero tu brutalidad
¿Cuántos intelectos quisieran tener tu especialidad?
Quiero ir pa' la U [sic]
¿Para donde?:
Para la Universidad.
¡Ya te dije que no vas!
El burro le insiste a la burra:
Déjame progresar
Quiero cambiar de vida
Ir a la Universidad
Hablar varios idiomas
(…)
Ser un burro intelectual.
No te pongas a inventar
Tu tienes que rebuznar y si aprendes a hablar
Yo te voy a dejar
Porque tu muy bien lo sabes quiero tu brutalidad
Vete, vete pa' que veas como me consigo un toro enseguida...”

¿Ven? Hasta la picaresca musical reproduce esa fama que no deja progresar a los pobres burros. Pero es injusta, los burros pueden y deben ir a la universidad, y hasta cursar maestrías y doctorados. La semana pasada, antes de las lúgubres elecciones partidistas o consultas internas, varios medios registraron la siguiente noticia que elevó mi admiración por los burros:

Un burro que se comió varios formularios de inscripción de cédulas en el corregimiento de Pampanillo, en el municipio de San Fernando (sur de Bolívar) se convirtió en la comidilla del fin de semana en esta población ribereña. Felipe Turizo Lobo, alcalde de San Fernando, asegura que el hecho insólito se presentó el sábado en la tarde ‘cuando el delegado de la Registraduría que estaba a cargo de la inscripción de cédulas (…) se paró de su puesto para ir al baño y al regresar se dio cuenta que un burro se estaba comiendo dos formularios de inscripción, de los cuales uno estaba vacío y en el otro se habían anotado seis personas’. (…) Muchos pobladores de San Fernando han tomado el ataque del animal con humor y lo han bautizado como el ‘burro justiciero’, en alusión a los fuertes rumores de trasteo de electores que han circulado por todo el Departamento de Bolívar” (eluniversal.com.co, Cartagena, 27-5-11).

Además de castigar el trasteo de votos, el sabio burro previó el vergonzoso abstencionismo que vendría, y no quiso que se perdiera todo ese material que no iba a ser utilizado, como efectivamente sucedió con los formularios que no se alcanzó a comer. “¡Qué desperdicio!”, cuentan que rebuznó el burro refiriéndose no solo a Pampanillo sino a todo el país: “¿70.000 millones de pesos botados así y mi pueblo muriéndose de hambre y con el agua hasta el anca?”

martes, 31 de mayo de 2011

15-M, ¿habla el mundo nuevo?

Por Álvaro González Uribe, 27 de mayo de 2011)

El reciente y en pleno furor movimiento español 15-M y la “ola verde” que se observó el año pasado en Colombia tienen muchas similitudes. Llamado así por el día de su fundación (el pasado 15 de mayo) lo cual habla de su marginamiento de alguna ideología ya elaborada, el 15-M es fruto del descontento acumulado en España por años hacia gobiernos, partidos y clase empresarial, y de un clamor por democracia real, honestidad, humanismo, justicia social y protección del medio ambiente. Es contra un sistema y no de coyuntura política.

La “ola verde” de Colombia, aunque tuvo un traje electoral de ocasión, en últimas fue -o mejor, sigue siendo- lo mismo: un descontento con dichas instituciones y parecidas reivindicaciones. Que el Partido Verde, Mockus o ambos no la hubieran sabido canalizar electoralmente en ese momento es otra cosa. La “ola verde” no se perdió, sigue latente en el ya afianzado mar verde esperando un viento suficientemente fuerte que la eleve de nuevo y la solidifique, ya sea expresada en las urnas o bajo otro fenómeno social. Es que no es nacional, es global.

Ambas expresiones tienen su mayor fuerza impulsora en los jóvenes, aunque también la conforman personas de otras edades y varios sectores sociales, primando los ciudadanos con preparación académica, pero sin excluir a nadie porque no es discriminatoria en origen ni en pretensiones, acorde a su espíritu igualitario.

El 15-M español tiene hoy dos detonantes que en Colombia también existen a su manera: un alto desempleo, en especial de jóvenes profesionales especializados, y una grave crisis de la construcción (que se “recalentó”) y del acceso a la vivienda, ambas nacidas de la crisis económica mundial.

También, allí como acá, prima un hastío por la corrupción, hoy en uno de sus puntos más altos en la historia de Colombia. En resumen, con diversas intensidades en algunos temas, el 15-M y la “ola verde” son hijos de la misma sociedad moderna. Incluso, guardando las diferencias culturales, las revoluciones árabes tienen igual esencia. No es casual su contemporaneidad.

Está renaciendo una conciencia que la humanidad estaba olvidando, amodorrada en ciertas comodidades u olvidada ante urgencias de corto plazo: los ciudadanos de a pie bajo unas mismas banderas, casi siempre cotidianas y sin altas pretensiones ideológicas, tienen una potente fuerza que puede modificar las instituciones más estables y hasta tumbar gobiernos sólidos, sin necesidad de la violencia, en su versión preponderante.

Entre protestas, marchas, acampadas, plantones, y hasta conflictos armados, va quedando claro que las nuevas dimensiones del mundo y los asombrosos avances tecnológicos, trajeron un cambio de mentalidad ciudadana en el planeta y otra dinámica que no han sabido leer los dirigentes. Pretenden seguir gobernando y dominando al mundo bajo los mismos parámetros y leyes de hace 20 o 30 años, pero ese desfase está pasando factura: los ciudadanos son más rápidos que la dirigencia y van reclamando espacios propios para los nuevos aires.

Lo que es muy alentador porque muestra una evolución positiva de la raza humana, es el repudio a la violencia (al menos es la tendencia) y la gran preocupación por proteger al planeta, mírese como sentido común, instinto de conservación o un nuevo humanismo. Esa es la constante que se percibe entre -y pese a- los fieros conflictos políticos, religiosos y económicos dentro de los países y entre ellos, y en medio de los desastres naturales.

¿Habla el mundo nuevo? Es posible, pero las dirigencias siguen sordas y se están llevando un chasco. Según estudios científicos, hasta la forma de pensar dentro del cerebro está cambiando por el uso de las nuevas tecnologías, en especial ante la Internet. Los Indignados o el 15-M, olas verdes o de diversos colores, y otros fenómenos son el signo de ese mundo nuevo que despunta.
Había una vez…
Por Álvaro González Uribe, 20 de mayo de 2011)

“Había una vez…”, empiezan los cuentos e historias infantiles. Pues bien, hoy en Colombia están comenzando muchas historias que podemos terminar de escribir nosotros mismos para poder darles un final feliz, como queremos terminen todas las historias.

Se trata de la historia de los próximos gobernadores y alcaldes de Colombia, es decir, de nuestra propia historia. Historia que no escribe ningún escritor de oficio, pues nosotros mismos lo hacemos. Como autores en muestro oficio de ciudadanos nosotros le damos el rumbo y somos los responsables de su final.

¿Cuántas veces pensamos que de haber podido escribir el cuento de Caperucita Roja no la hubiéramos dejado ir a visitar a su abuelita para que no se la comiera el lobo? Tampoco hubiéramos escrito que la reina malvada enviara a Blanca Nieves al bosque a que la matara el leñador, y si se nos hubiera pasado eso, no hubiéramos permitido que comiera la manzana envenenada.

En la vida real a diario empiezan historias cuyo guión omitimos variar porque desconocemos el final. Sin embargo, hay casos en los cuales el final se puede anticipar, debido a que son historias repetidas que comienzan con lo mismo, tienen igual trama y, por tanto, es inevitable un final idéntico.

Hoy en Colombia están empezando cientos de historias que narran la ruta que seguirán igual cantidad de personas para ser alcaldes y gobernadores. Esas historias las escribimos los ciudadanos, y por ello nosotros somos quienes definimos si llegan o no al poder.

Tenemos varios elementos para conducir esos personajes al poder o a la derrota. Sólo necesitamos recordar, averiguar y analizar para escribir lo que convenga a quienes queremos mejores territorios. De otra manera no tendremos derecho a quejarnos luego de lobos que comen caperucitas ni de brujas que envenenan doncellas, o de obras inconclusas ni de desfalcos al erario público.

La gran mayoría de estos personajes no se instalan en el poder de súbito. Tienen un pasado, unos aliados, unos recursos y unos métodos que los acompañan en su camino, cuando es que no tienen ya una conocida historia oscura u opaca ellos mismos. Sin embargo, los elegimos por descuido o por engaño o por bobos que somos, y muchas veces por el destello fugaz de un espejito.

La Procuraduría ha destituido en el último año a los gobernadores de Amazonas, Arauca, Bolívar, Casanare, Putumayo, Magdalena, Valle, Vaupés y a la alcaldesa de Armenia; y suspendido al alcalde de Bogotá. Además, seis gobernadores y 14 alcaldes están siendo investigados disciplinariamente por conductas calificadas por el mismo ente de control como “paradigmáticas” por su impacto social y económico. También en este año han sido sancionados 164 alcaldes por la Procuraduría.

Estos personajes -para solo mencionar “éstos”- tienen ya sus fichas moviéndose para alcanzar las mismas alcaldías o gobernaciones. De eso viven y han vivido siempre y allí acudirán de nuevo. Ponen como candidatos a sus amigos o familiares sin ninguna vergüenza, y los ciudadanos, también sin vergüenza o con crasa tontería, votamos por ellos.

Conocemos pues los nombres de autos, los métodos que usan y a sus amigos y familiares. Recordamos sus antecedentes e historias, y sabemos cómo y con qué recursos financian sus campañas y cuáles son sus equipos políticos; por tanto, con el más mínimo ejercicio mental nos es posible saber cuál es el fin de la historia: a iguales personajes y métodos iguales resultados. Hoy es el momento para que nosotros mismos cambiemos esas historias perversas y evitemos tener que aceptar luego el inevitable y contundente “había una vez…”.
¿A quién le roban?

Por Álvaro González Uribe, 13 de mayo de 2011)

“¡Qué pena con usted!, pero la plata que me pagó se me la robaron, y me tiene que pagar otra vez”.

¿Qué opinaría amable lector si un acreedor le dijera eso? Pues bien, eso nos pasa en Colombia con la corrupción: unos roban, los agentes del Estado se dejan robar y los ciudadanos pagamos los robos.

El país está escandalizado con los últimos destapes sobre desfalcos en los más disimiles campos. Pese a que la corrupción en Colombia no es nueva, y que no es exclusiva de nuestro país, las revelaciones e investigaciones de los últimos meses nos tienen asombrados ante su cantidad, variedad y cuantía.

Hay indignación ciudadana general frente a cada titular diario que devela un nuevo saqueo, y está bien que la sociedad sienta irritación por esos actos continuados llamados “corrupción” y que se alegre de que se destapen, se investiguen y se castigue a los culpables.

Sin embargo, a veces percibo que se trata de una indignación solo social, lo cual es de aplaudir. Pero, ¿quién es el perjudicado en últimas de esos robos?

Cuando se destapa cada olla podrida funcionarios y organismos de justicia de buena fe dicen que “le robaron al Estado”, pero resulta que el Estado no es un ente ajeno al ciudadano porque vive de éste. Literalmente se nutre del ciudadano, pues su funcionamiento y las inversiones que debe hacer las pagamos todos.

A un ciudadano le duele más que le roben directamente, ya sea en un atraco u otra modalidad, que cuando oye hablar de la famosa “corrupción”, que no deja de ser algo lejano y medio gaseoso para el común. Por tanto, en el primer caso denuncia rápidamente y se queja más, es lógico. Pero cuando explotan los escándalos de corrupción oficial, el ciudadano debe comprender que es a él a quien le han robado, y que así como dejó de comprar algo y de sentirse mejor porque un ladrón le rapó la billetera, también ha dejado o dejará de tener muchas cosas y mejor calidad de vida por culpa de los raponeros de cuello blanco.

Todo ese dinero que le succionan al Estado mediante triquiñuelas y delitos debe ser recuperado por el mismo Estado. ¿Cómo? Pues con más impuestos, es decir, acudiendo de nuevo a nosotros los ciudadanos para que le demos lo que sus agentes se dejaron robar, muchas veces por negligencia cuando no por complicidad. Igual pasa con las condenas equivocadas y con las multas que el Estado debe pagar por actos errados de sus funcionarios, pues además la acción de repetición contra los culpables no funciona ni tampoco las penas en dinero.

La corrupción es otro impuesto más para los colombianos. El tan mencionado “detrimento patrimonial” se refiere en el fondo al patrimonio de cada uno de nosotros. Por cuenta de la corrupción resultamos pagando dos, tres y hasta más veces los puentes, las carreteras, las escuelas, las viviendas de interés social, la salud, y todo lo que el Estado debe hacer en cumplimiento de la Constitución.

Y leemos la prensa y todos son “presuntos” delincuentes, pero nosotros los ciudadanos jamás somos “presuntos” robados; somos víctimas, y ya. Respeto y comprendo ese lenguaje obligado por la técnica jurídica, pero no deja de ser una paradoja que estos tipos y tipas sean solo “presuntos” corruptos por mucho tiempo y quizá por siempre, y nosotros los ciudadanos no seamos jamás presuntos sino reales robados, esquilmados y estafados. ¿Qué tal?: “presuntamente” ellos roban, y a nosotros “realmente” nos roban, pase lo que pase con las investigaciones y con los juicios.

¡Ay sufrido lector!: Mientras trabaja duro, ¿no le da como rabiecita pensar que parte de ese tiempo usted está trabajando para los Nules, Morenos, “epeéses” y otras decenas de asociaciones para delinquir?
¿Qué es ser exitoso?

Por Álvaro González Uribe, mayo 6 de 2011

Nos hemos acostumbrado a calificar a las personas con ciertas palabras que damos por sentadas como virtudes, pero a veces no reparamos en la profundidad de lo que se quiere decir con ellas, de lo que realmente significan como valor de las personas y para la sociedad.

Fulano de tal “es exitoso”, “progresó en la vida”, “es un ganador”, “llegó muy lejos”, son expresiones que escuchamos desde pequeños. Sin embargo, ¿qué es ser exitoso?, ¿qué es progresar?, ¿qué es triunfar? La respuesta debe asociarse con la actividad de la persona: ¿Con respecto a qué se predican ese éxito, ese triunfo o ese progreso?, y, por supuesto: ¿con base en qué y a costa de quién se logran?

Se trata de expresiones comúnmente positivas, pero no siempre es así cuando profundizamos en lo referido. Son de una relatividad einsteniana, y su mal o indiscriminado uso ocasiona deformaciones axiológicas y conlleva perjuicios y prejuicios sociales. Doy ejemplos: Los Nules eran hasta hace poco -y quizás aún para muchos- exitosos; hasta la revista Semana lo predicó en una portada.

Cuando empezó a ser conocido, Pablo Escobar también era un hombre exitoso, e incluso después -y aún hoy- algunos piensan que lo fue. Bueno, no hay duda de que fue un exitoso: un narcotraficante y asesino exitoso, pues así lo confirman las estadísticas judiciales, de medicina legal y de los cementerios.

Pero ahí está el otro problema, radicado tanto en el lenguaje corriente como en una cultura con los valores trastocados de donde aquél proviene: el adjetivo “exitoso” se ha convertido en el término principal, bajando a un plano inferior el tipo de actividad del personaje al cual se aplica. De nuevo el fin justificando los medios, otro caso más...

Fulano no sirvió para nada en la vida”…, se escucha mucho, en especial en Antioquia mi tierra. Y ese “no sirvió para nada” tiene un significado corriente conocido por todos: que ese fulano no consiguió dinero. Sin embargo, muchas veces ese fulano es más trascendental para la sociedad y más feliz que el más adinerado. Luego, progresar, tener éxito o triunfar en la vida no quiere decir que una persona se realizó, que agregó valor a la sociedad, que dejó una huella positiva, ni tampoco que sea feliz.

En lo personal fulano se muere de la risa cuando dicen eso de él, pues además precisamente vive así: muerto de la risa porque es feliz. Fulano es feliz y el señor que pasa a su lado de afán, pitando en una Burbuja, está estresado, es infeliz porque quiere más y más, o tiene miedo de que le roben o lo secuestren, sufre y sufren por él y con él, si no es que precisamente va de prisa porque en ese momento lo están persiguiendo por un ajuste de cuentas o por algún delito que acaba de cometer hace poco o en la vida.

¿Y usted?, sí, usted amable lector: ¿se considera una persona exitosa en la vida? ¿Una persona triunfadora o ganadora? Si es así, piénselo bien, pues la pregunta que le haré en seguida tiene que ver con esa pero es más importante. ¿Es usted ganador, triunfador, exitoso y es además feliz? Y se la volteo: Usted, paciente lector, que se considera feliz y satisfecho ¿cree que es exitoso, ganador o triunfador? Eso solo lo sabe usted, los demás que digan lo que quieran.

lunes, 2 de mayo de 2011

Colombia diluida

Por Álvaro González Uribe, 29 de abril de 2011

Colombia se derrite integralmente; son coincidencias infelices. Al derretimiento de la tierra de hoy ya le han sacado ventaja los derretimientos de la política, de la ética, de la moral y hasta del amor, todo se está escurriendo por cañadas, ríos y quebradas, por entre nuestros dedos. También se escapan los dineros públicos por las costuras, las rendijas, los agujeros, y la mayor parte -eso lo más vergonzoso-, simplemente sale oronda por la puerta principal en lujosos carros oficiales y privados. Colombia se nos va, física y espiritualmente.

¿Quiénes, cómo y desde cuándo tomaron a Colombia de los dos extremos y la fueron atornillando hasta escurrirle la última gota? Pero…, país tan rico este: cuando creemos que es imposible que salga una gota más, continúa chorreando. Desde que se lo arrebatamos a los españoles le hemos dado contra todo, duro, sin compasión, por todas partes y de todas las formas. Sí, como si fuese prestado… ¿Será que lo es? ¿Y de quién es?

Hemos usado y abusado de Colombia, y ella ahí todavía, erguida aún, esperando quizás mejores manos, más delicadas, más dulces, más consideradas, manos responsables. ¿Llegarán algún día? Y si llegan, ¿llegarán a tiempo?

No es sólo el arrasador invierno repetido sobre montañas, campos, ríos, pueblos y ciudades. Es también un invierno en el alma, es también una avalancha sobre las risas de los niños, es también una riada de lodo que cubre la ternura, el amor y la bondad. Es peor el invierno que tenemos por dentro que el que nos cubre el cuerpo. ¿Cómo será entonces de terrible?

Aquí hemos tenido todas las herramientas e insumos posibles para ser un paraíso, todas las oportunidades, todas las posibilidades de ser felices y de vivir en paz y decentemente, pero no, hemos derrumbado todo, como niños ricos malcriados que se cansan de los juguetes y los dañan porque saben que les darán otros. Es posible, y ya ha pasado, pero no sé: hoy es tanto y en tal variedad y cantidad el daño que ya tengo dudas… La cuenta dura está llegando, la más dolorosa nos la están pasando ahora.

Nos la pasan el clima, la naturaleza, las montañas, los ríos, nosotros mismos, la vida...  Tomamos a Colombia y la arrastramos, la atropellamos, la pisoteamos, la ensuciamos, la aporreamos contra todo. Desmoronamos las montañas y los corazones, contaminamos las aguas y las almas.

¿Será posible que cuando retorne la paloma con un ramo de olivo entre su pico, cuando nuestro casco tropiece con un monte Ararat, volvamos a recuperar lo que nos dieron o nos encontramos? ¿Será posible volver a levantar las montañas, apretarlas, sujetarlas y darles forma? ¿Será posible encausar de nuevo los ríos? ¿Será posible rehacer el armazón?

Y ¿será posible devolver la sangre a sus venas, las lágrimas a los ojos y la desesperanza a la ilusión?, ¿y reaprender la decencia y la civilidad? ¿Será posible tomar las hojas desperdigadas de este libro, secarlas, repararlas, ordenarlas, juntarlas y encuadernarlas?

Una vez este humilde colombiano escribió por ahí que Colombia nos quedó grande. Si, hoy lo creo más: estas altivas montañas, estas llanuras, sabanas y valles, estos dos mares, estos ríos, estos bosques y esta diversidad nos quedó grande. También nos quedó grande esta inteligencia o malicia o como la llamen, y también cierta alegría innata, y también esta creatividad artística sin par, este corazón, ¡eso fue!: nos faltó corazón para albergar tanto, no nos cupo Colombia en el corazón… El alma hizo agua. Atención: Se reporta falla humana en un país de Latinoamérica…

Invitación

PALABRANZA
DONDE LA PALABRA IRRUMPE EN UNA DANZA PLURAL DE VOCES

PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE CRÓNICAS:
"DE BOLOMBOLO A ARACATACA", 
AUTOR: ÁLVARO GONZÁLEZ URIBE

RECITAL DE POESÍA:
MARÍA TRINIDAD QUINTERO

NARRACIÓN ORAL:
HICSA MILIANI COLLAZOS

VIERNES 29 DE ABRIL 6:30 PM
BIBLIOTECA BANCO DE LA REPUBLICA
Santa Marta-Colombia

ASOCIACIÓN DE ESCRITORES DEL MAGDALENA
BANCO DE LA REPÚBLICA AGENCIA CULTURAL