martes, 31 de mayo de 2011

15-M, ¿habla el mundo nuevo?

Por Álvaro González Uribe, 27 de mayo de 2011)

El reciente y en pleno furor movimiento español 15-M y la “ola verde” que se observó el año pasado en Colombia tienen muchas similitudes. Llamado así por el día de su fundación (el pasado 15 de mayo) lo cual habla de su marginamiento de alguna ideología ya elaborada, el 15-M es fruto del descontento acumulado en España por años hacia gobiernos, partidos y clase empresarial, y de un clamor por democracia real, honestidad, humanismo, justicia social y protección del medio ambiente. Es contra un sistema y no de coyuntura política.

La “ola verde” de Colombia, aunque tuvo un traje electoral de ocasión, en últimas fue -o mejor, sigue siendo- lo mismo: un descontento con dichas instituciones y parecidas reivindicaciones. Que el Partido Verde, Mockus o ambos no la hubieran sabido canalizar electoralmente en ese momento es otra cosa. La “ola verde” no se perdió, sigue latente en el ya afianzado mar verde esperando un viento suficientemente fuerte que la eleve de nuevo y la solidifique, ya sea expresada en las urnas o bajo otro fenómeno social. Es que no es nacional, es global.

Ambas expresiones tienen su mayor fuerza impulsora en los jóvenes, aunque también la conforman personas de otras edades y varios sectores sociales, primando los ciudadanos con preparación académica, pero sin excluir a nadie porque no es discriminatoria en origen ni en pretensiones, acorde a su espíritu igualitario.

El 15-M español tiene hoy dos detonantes que en Colombia también existen a su manera: un alto desempleo, en especial de jóvenes profesionales especializados, y una grave crisis de la construcción (que se “recalentó”) y del acceso a la vivienda, ambas nacidas de la crisis económica mundial.

También, allí como acá, prima un hastío por la corrupción, hoy en uno de sus puntos más altos en la historia de Colombia. En resumen, con diversas intensidades en algunos temas, el 15-M y la “ola verde” son hijos de la misma sociedad moderna. Incluso, guardando las diferencias culturales, las revoluciones árabes tienen igual esencia. No es casual su contemporaneidad.

Está renaciendo una conciencia que la humanidad estaba olvidando, amodorrada en ciertas comodidades u olvidada ante urgencias de corto plazo: los ciudadanos de a pie bajo unas mismas banderas, casi siempre cotidianas y sin altas pretensiones ideológicas, tienen una potente fuerza que puede modificar las instituciones más estables y hasta tumbar gobiernos sólidos, sin necesidad de la violencia, en su versión preponderante.

Entre protestas, marchas, acampadas, plantones, y hasta conflictos armados, va quedando claro que las nuevas dimensiones del mundo y los asombrosos avances tecnológicos, trajeron un cambio de mentalidad ciudadana en el planeta y otra dinámica que no han sabido leer los dirigentes. Pretenden seguir gobernando y dominando al mundo bajo los mismos parámetros y leyes de hace 20 o 30 años, pero ese desfase está pasando factura: los ciudadanos son más rápidos que la dirigencia y van reclamando espacios propios para los nuevos aires.

Lo que es muy alentador porque muestra una evolución positiva de la raza humana, es el repudio a la violencia (al menos es la tendencia) y la gran preocupación por proteger al planeta, mírese como sentido común, instinto de conservación o un nuevo humanismo. Esa es la constante que se percibe entre -y pese a- los fieros conflictos políticos, religiosos y económicos dentro de los países y entre ellos, y en medio de los desastres naturales.

¿Habla el mundo nuevo? Es posible, pero las dirigencias siguen sordas y se están llevando un chasco. Según estudios científicos, hasta la forma de pensar dentro del cerebro está cambiando por el uso de las nuevas tecnologías, en especial ante la Internet. Los Indignados o el 15-M, olas verdes o de diversos colores, y otros fenómenos son el signo de ese mundo nuevo que despunta.
Había una vez…
Por Álvaro González Uribe, 20 de mayo de 2011)

“Había una vez…”, empiezan los cuentos e historias infantiles. Pues bien, hoy en Colombia están comenzando muchas historias que podemos terminar de escribir nosotros mismos para poder darles un final feliz, como queremos terminen todas las historias.

Se trata de la historia de los próximos gobernadores y alcaldes de Colombia, es decir, de nuestra propia historia. Historia que no escribe ningún escritor de oficio, pues nosotros mismos lo hacemos. Como autores en muestro oficio de ciudadanos nosotros le damos el rumbo y somos los responsables de su final.

¿Cuántas veces pensamos que de haber podido escribir el cuento de Caperucita Roja no la hubiéramos dejado ir a visitar a su abuelita para que no se la comiera el lobo? Tampoco hubiéramos escrito que la reina malvada enviara a Blanca Nieves al bosque a que la matara el leñador, y si se nos hubiera pasado eso, no hubiéramos permitido que comiera la manzana envenenada.

En la vida real a diario empiezan historias cuyo guión omitimos variar porque desconocemos el final. Sin embargo, hay casos en los cuales el final se puede anticipar, debido a que son historias repetidas que comienzan con lo mismo, tienen igual trama y, por tanto, es inevitable un final idéntico.

Hoy en Colombia están empezando cientos de historias que narran la ruta que seguirán igual cantidad de personas para ser alcaldes y gobernadores. Esas historias las escribimos los ciudadanos, y por ello nosotros somos quienes definimos si llegan o no al poder.

Tenemos varios elementos para conducir esos personajes al poder o a la derrota. Sólo necesitamos recordar, averiguar y analizar para escribir lo que convenga a quienes queremos mejores territorios. De otra manera no tendremos derecho a quejarnos luego de lobos que comen caperucitas ni de brujas que envenenan doncellas, o de obras inconclusas ni de desfalcos al erario público.

La gran mayoría de estos personajes no se instalan en el poder de súbito. Tienen un pasado, unos aliados, unos recursos y unos métodos que los acompañan en su camino, cuando es que no tienen ya una conocida historia oscura u opaca ellos mismos. Sin embargo, los elegimos por descuido o por engaño o por bobos que somos, y muchas veces por el destello fugaz de un espejito.

La Procuraduría ha destituido en el último año a los gobernadores de Amazonas, Arauca, Bolívar, Casanare, Putumayo, Magdalena, Valle, Vaupés y a la alcaldesa de Armenia; y suspendido al alcalde de Bogotá. Además, seis gobernadores y 14 alcaldes están siendo investigados disciplinariamente por conductas calificadas por el mismo ente de control como “paradigmáticas” por su impacto social y económico. También en este año han sido sancionados 164 alcaldes por la Procuraduría.

Estos personajes -para solo mencionar “éstos”- tienen ya sus fichas moviéndose para alcanzar las mismas alcaldías o gobernaciones. De eso viven y han vivido siempre y allí acudirán de nuevo. Ponen como candidatos a sus amigos o familiares sin ninguna vergüenza, y los ciudadanos, también sin vergüenza o con crasa tontería, votamos por ellos.

Conocemos pues los nombres de autos, los métodos que usan y a sus amigos y familiares. Recordamos sus antecedentes e historias, y sabemos cómo y con qué recursos financian sus campañas y cuáles son sus equipos políticos; por tanto, con el más mínimo ejercicio mental nos es posible saber cuál es el fin de la historia: a iguales personajes y métodos iguales resultados. Hoy es el momento para que nosotros mismos cambiemos esas historias perversas y evitemos tener que aceptar luego el inevitable y contundente “había una vez…”.
¿A quién le roban?

Por Álvaro González Uribe, 13 de mayo de 2011)

“¡Qué pena con usted!, pero la plata que me pagó se me la robaron, y me tiene que pagar otra vez”.

¿Qué opinaría amable lector si un acreedor le dijera eso? Pues bien, eso nos pasa en Colombia con la corrupción: unos roban, los agentes del Estado se dejan robar y los ciudadanos pagamos los robos.

El país está escandalizado con los últimos destapes sobre desfalcos en los más disimiles campos. Pese a que la corrupción en Colombia no es nueva, y que no es exclusiva de nuestro país, las revelaciones e investigaciones de los últimos meses nos tienen asombrados ante su cantidad, variedad y cuantía.

Hay indignación ciudadana general frente a cada titular diario que devela un nuevo saqueo, y está bien que la sociedad sienta irritación por esos actos continuados llamados “corrupción” y que se alegre de que se destapen, se investiguen y se castigue a los culpables.

Sin embargo, a veces percibo que se trata de una indignación solo social, lo cual es de aplaudir. Pero, ¿quién es el perjudicado en últimas de esos robos?

Cuando se destapa cada olla podrida funcionarios y organismos de justicia de buena fe dicen que “le robaron al Estado”, pero resulta que el Estado no es un ente ajeno al ciudadano porque vive de éste. Literalmente se nutre del ciudadano, pues su funcionamiento y las inversiones que debe hacer las pagamos todos.

A un ciudadano le duele más que le roben directamente, ya sea en un atraco u otra modalidad, que cuando oye hablar de la famosa “corrupción”, que no deja de ser algo lejano y medio gaseoso para el común. Por tanto, en el primer caso denuncia rápidamente y se queja más, es lógico. Pero cuando explotan los escándalos de corrupción oficial, el ciudadano debe comprender que es a él a quien le han robado, y que así como dejó de comprar algo y de sentirse mejor porque un ladrón le rapó la billetera, también ha dejado o dejará de tener muchas cosas y mejor calidad de vida por culpa de los raponeros de cuello blanco.

Todo ese dinero que le succionan al Estado mediante triquiñuelas y delitos debe ser recuperado por el mismo Estado. ¿Cómo? Pues con más impuestos, es decir, acudiendo de nuevo a nosotros los ciudadanos para que le demos lo que sus agentes se dejaron robar, muchas veces por negligencia cuando no por complicidad. Igual pasa con las condenas equivocadas y con las multas que el Estado debe pagar por actos errados de sus funcionarios, pues además la acción de repetición contra los culpables no funciona ni tampoco las penas en dinero.

La corrupción es otro impuesto más para los colombianos. El tan mencionado “detrimento patrimonial” se refiere en el fondo al patrimonio de cada uno de nosotros. Por cuenta de la corrupción resultamos pagando dos, tres y hasta más veces los puentes, las carreteras, las escuelas, las viviendas de interés social, la salud, y todo lo que el Estado debe hacer en cumplimiento de la Constitución.

Y leemos la prensa y todos son “presuntos” delincuentes, pero nosotros los ciudadanos jamás somos “presuntos” robados; somos víctimas, y ya. Respeto y comprendo ese lenguaje obligado por la técnica jurídica, pero no deja de ser una paradoja que estos tipos y tipas sean solo “presuntos” corruptos por mucho tiempo y quizá por siempre, y nosotros los ciudadanos no seamos jamás presuntos sino reales robados, esquilmados y estafados. ¿Qué tal?: “presuntamente” ellos roban, y a nosotros “realmente” nos roban, pase lo que pase con las investigaciones y con los juicios.

¡Ay sufrido lector!: Mientras trabaja duro, ¿no le da como rabiecita pensar que parte de ese tiempo usted está trabajando para los Nules, Morenos, “epeéses” y otras decenas de asociaciones para delinquir?
¿Qué es ser exitoso?

Por Álvaro González Uribe, mayo 6 de 2011

Nos hemos acostumbrado a calificar a las personas con ciertas palabras que damos por sentadas como virtudes, pero a veces no reparamos en la profundidad de lo que se quiere decir con ellas, de lo que realmente significan como valor de las personas y para la sociedad.

Fulano de tal “es exitoso”, “progresó en la vida”, “es un ganador”, “llegó muy lejos”, son expresiones que escuchamos desde pequeños. Sin embargo, ¿qué es ser exitoso?, ¿qué es progresar?, ¿qué es triunfar? La respuesta debe asociarse con la actividad de la persona: ¿Con respecto a qué se predican ese éxito, ese triunfo o ese progreso?, y, por supuesto: ¿con base en qué y a costa de quién se logran?

Se trata de expresiones comúnmente positivas, pero no siempre es así cuando profundizamos en lo referido. Son de una relatividad einsteniana, y su mal o indiscriminado uso ocasiona deformaciones axiológicas y conlleva perjuicios y prejuicios sociales. Doy ejemplos: Los Nules eran hasta hace poco -y quizás aún para muchos- exitosos; hasta la revista Semana lo predicó en una portada.

Cuando empezó a ser conocido, Pablo Escobar también era un hombre exitoso, e incluso después -y aún hoy- algunos piensan que lo fue. Bueno, no hay duda de que fue un exitoso: un narcotraficante y asesino exitoso, pues así lo confirman las estadísticas judiciales, de medicina legal y de los cementerios.

Pero ahí está el otro problema, radicado tanto en el lenguaje corriente como en una cultura con los valores trastocados de donde aquél proviene: el adjetivo “exitoso” se ha convertido en el término principal, bajando a un plano inferior el tipo de actividad del personaje al cual se aplica. De nuevo el fin justificando los medios, otro caso más...

Fulano no sirvió para nada en la vida”…, se escucha mucho, en especial en Antioquia mi tierra. Y ese “no sirvió para nada” tiene un significado corriente conocido por todos: que ese fulano no consiguió dinero. Sin embargo, muchas veces ese fulano es más trascendental para la sociedad y más feliz que el más adinerado. Luego, progresar, tener éxito o triunfar en la vida no quiere decir que una persona se realizó, que agregó valor a la sociedad, que dejó una huella positiva, ni tampoco que sea feliz.

En lo personal fulano se muere de la risa cuando dicen eso de él, pues además precisamente vive así: muerto de la risa porque es feliz. Fulano es feliz y el señor que pasa a su lado de afán, pitando en una Burbuja, está estresado, es infeliz porque quiere más y más, o tiene miedo de que le roben o lo secuestren, sufre y sufren por él y con él, si no es que precisamente va de prisa porque en ese momento lo están persiguiendo por un ajuste de cuentas o por algún delito que acaba de cometer hace poco o en la vida.

¿Y usted?, sí, usted amable lector: ¿se considera una persona exitosa en la vida? ¿Una persona triunfadora o ganadora? Si es así, piénselo bien, pues la pregunta que le haré en seguida tiene que ver con esa pero es más importante. ¿Es usted ganador, triunfador, exitoso y es además feliz? Y se la volteo: Usted, paciente lector, que se considera feliz y satisfecho ¿cree que es exitoso, ganador o triunfador? Eso solo lo sabe usted, los demás que digan lo que quieran.

lunes, 2 de mayo de 2011

Colombia diluida

Por Álvaro González Uribe, 29 de abril de 2011

Colombia se derrite integralmente; son coincidencias infelices. Al derretimiento de la tierra de hoy ya le han sacado ventaja los derretimientos de la política, de la ética, de la moral y hasta del amor, todo se está escurriendo por cañadas, ríos y quebradas, por entre nuestros dedos. También se escapan los dineros públicos por las costuras, las rendijas, los agujeros, y la mayor parte -eso lo más vergonzoso-, simplemente sale oronda por la puerta principal en lujosos carros oficiales y privados. Colombia se nos va, física y espiritualmente.

¿Quiénes, cómo y desde cuándo tomaron a Colombia de los dos extremos y la fueron atornillando hasta escurrirle la última gota? Pero…, país tan rico este: cuando creemos que es imposible que salga una gota más, continúa chorreando. Desde que se lo arrebatamos a los españoles le hemos dado contra todo, duro, sin compasión, por todas partes y de todas las formas. Sí, como si fuese prestado… ¿Será que lo es? ¿Y de quién es?

Hemos usado y abusado de Colombia, y ella ahí todavía, erguida aún, esperando quizás mejores manos, más delicadas, más dulces, más consideradas, manos responsables. ¿Llegarán algún día? Y si llegan, ¿llegarán a tiempo?

No es sólo el arrasador invierno repetido sobre montañas, campos, ríos, pueblos y ciudades. Es también un invierno en el alma, es también una avalancha sobre las risas de los niños, es también una riada de lodo que cubre la ternura, el amor y la bondad. Es peor el invierno que tenemos por dentro que el que nos cubre el cuerpo. ¿Cómo será entonces de terrible?

Aquí hemos tenido todas las herramientas e insumos posibles para ser un paraíso, todas las oportunidades, todas las posibilidades de ser felices y de vivir en paz y decentemente, pero no, hemos derrumbado todo, como niños ricos malcriados que se cansan de los juguetes y los dañan porque saben que les darán otros. Es posible, y ya ha pasado, pero no sé: hoy es tanto y en tal variedad y cantidad el daño que ya tengo dudas… La cuenta dura está llegando, la más dolorosa nos la están pasando ahora.

Nos la pasan el clima, la naturaleza, las montañas, los ríos, nosotros mismos, la vida...  Tomamos a Colombia y la arrastramos, la atropellamos, la pisoteamos, la ensuciamos, la aporreamos contra todo. Desmoronamos las montañas y los corazones, contaminamos las aguas y las almas.

¿Será posible que cuando retorne la paloma con un ramo de olivo entre su pico, cuando nuestro casco tropiece con un monte Ararat, volvamos a recuperar lo que nos dieron o nos encontramos? ¿Será posible volver a levantar las montañas, apretarlas, sujetarlas y darles forma? ¿Será posible encausar de nuevo los ríos? ¿Será posible rehacer el armazón?

Y ¿será posible devolver la sangre a sus venas, las lágrimas a los ojos y la desesperanza a la ilusión?, ¿y reaprender la decencia y la civilidad? ¿Será posible tomar las hojas desperdigadas de este libro, secarlas, repararlas, ordenarlas, juntarlas y encuadernarlas?

Una vez este humilde colombiano escribió por ahí que Colombia nos quedó grande. Si, hoy lo creo más: estas altivas montañas, estas llanuras, sabanas y valles, estos dos mares, estos ríos, estos bosques y esta diversidad nos quedó grande. También nos quedó grande esta inteligencia o malicia o como la llamen, y también cierta alegría innata, y también esta creatividad artística sin par, este corazón, ¡eso fue!: nos faltó corazón para albergar tanto, no nos cupo Colombia en el corazón… El alma hizo agua. Atención: Se reporta falla humana en un país de Latinoamérica…

Invitación

PALABRANZA
DONDE LA PALABRA IRRUMPE EN UNA DANZA PLURAL DE VOCES

PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE CRÓNICAS:
"DE BOLOMBOLO A ARACATACA", 
AUTOR: ÁLVARO GONZÁLEZ URIBE

RECITAL DE POESÍA:
MARÍA TRINIDAD QUINTERO

NARRACIÓN ORAL:
HICSA MILIANI COLLAZOS

VIERNES 29 DE ABRIL 6:30 PM
BIBLIOTECA BANCO DE LA REPUBLICA
Santa Marta-Colombia

ASOCIACIÓN DE ESCRITORES DEL MAGDALENA
BANCO DE LA REPÚBLICA AGENCIA CULTURAL 



Teveo

Por Álvaro González Uribe, abril 9 de 2011

Cuando el taxi estaba a punto de pasar por el parque situado al frente del viejo cementerio San Miguel en el centro histórico de Santa Marta, pese al vallenato de Jorgito Celedón que sonaba dentro del vehículo alcancé a escuchar afuera la música de tamboras. A mi izquierda, por la ventanilla entre las cortinas con los colores del Unión Magdalena -“El Ciclón Bananero”- vi un cuadro espectacular, de esos que si bien ya no me sorprenden luego de vivir por cuatro años en esta inquieta tierra sombrero de mago, nunca me dejan de conmover y recordar que resido en la cuenca del Caribe, en Macondo.

Era una marcha ordenadamente desordenada que se dirigía hacia el cementerio, y arriba, encima de la multitud que cantaba entre las tamboras, sobresalía un ataúd marrón blanqueado con maicena que danzaba al ritmo de la cadenciosa pero alegre música callejera: a un lado, al otro, arriba, abajo, adelante, atrás, ¡ay hombe!

Habían transcurrido sólo dos semanas de la celebración del carnaval de Santa Marta -pionero en Colombia, aunque menos famoso hoy que el de Barranquilla- lo cual me hizo pensar que estaba retrasado el entierro de “Joselito Carnaval”, forma como terminan estas fiestas en la región Caribe.

Pero no, dos días atrás había muerto “Teveo”, el propio, el músico popular más popular de Santa Marta; natural y siempre residente en el tradicional barrio Pescaito donde se criaron y aprendieron a jugar fútbol para Colombia y el mundo El Pibe Valderrama, Falcao García y numerosos futbolistas samarios. Teveo se llamaba Pedro Modesto del Valle, y durante medio siglo fue el mejor intérprete de la música de tambora, el ritmo folclórico típico de la ciudad.

“Probablemente, lo que hoy se conoce como Fandango, Tambora o Guacherna Samaria, ha sido el resultado de varios procesos de intercambios culturales, una especie de hibridación cultural que ha tenido transformaciones en los últimos tiempos debido a las múltiples influencias foráneas y cambios generacionales. Según testimonio de los maestros Germán Hernández y Pedro del Valle [Teveo] entre otros, la música tradicional de Santa Marta se arraigó en la ciudad debido a la confluencia y aporte de muchas culturas provenientes de varias regiones del Caribe colombiano, especialmente del departamento de Bolívar (…).

Al parecer, en tiempos pasados la sonoridad samaria tenía un estilo ‘cumbiambero’ sin intervención de instrumentos aerófonos (pito cabeza de cera y flauta de millo) predominaba el canto grupal y el toque de tambores (llamador, repicador, güiro y guache). El panorama actual es diferente. Tanto el color como el estilo sonoro samario es muy particular en el contexto Caribe colombiano. La tambora o guacherna samaria ha adquirido características propias de la región. Presenta una forma única de identidad con sentido de pertenencia, es decir, es una práctica sonora muy típica de la ciudad de Santa Marta…”(1)

Esa música de tambora (descrita en la cita por el músico, docente e investigador Manuel Antonio Rodríguez A.) a cuyo ritmo bombean los corazones de los samarios más samarios, con la muerte de Teveo seguramente culminará otra etapa más de su evolución, pero iniciará otra enriquecida con la impronta perenne del maestro Pedro Modesto del valle que tanto tiempo alegró esto en la calle.

Hoy un pescaitero, tamborero de tradición el viejo Te veo Pedro Modesto del Valle Rúa murió en las horas de la mañana. El sepelio es el jueves 24 de marzo a las 10 a.m. en Santa Marta. Y que suenen las tamboras” (María Elisa Alfaro). “El día se ponía bello cuando te veo tocaba la tambora” (Hernán Granados). “Coño se nos fue un grande, q.d.e.p.” [sic] (Jaime Mejía). “Si se muere un tamborero queda el eco en el ambiente... (Juan José Martínez). Éstos son algunos de los dicientes comentarios sobre la muerte de Teveo en la cuenta “Carnaval de Pescaito” en Facebook.

Durante 50 años la tambora de Teveo amenizó las mejores rumbas populares de la Perla de América y es inmensa la tristeza de sus fans. Pero la tristeza de ese entierro lucía otro vestido de luto. No era ese que se manifiesta con llanto y miradas bajas, pues era una tristeza que sólo podía despertar cantos y jolgorio porque así vivió Teveo: al son del ritmo caribe y de la alegría “porque-sí”. Aunque tengan conexión con el alma o los recuerdos, dolor y llanto quizá no son más que formas aprendidas de manifestarse ante ciertos hechos. Puede haber otras maneras menos ortodoxas y más lógicas según el motivo, como cuando muere alguien que dedicó su vida a derramar la alegría que lo inundaba.

Encima del cortejo carnavalero, izado por fuertes brazos mestizos y morenos, se elevaba el cajón en un baile sabroso y alegre, como si el muerto estuviera adentro danzando o tratando de escaparse para bailar y cargarse él mismo para no perderse su propia última fiesta. Bajo el sol picante quienes cargaban a Teveo se movían al ritmo de las tamboras luctuosas y guapachosas.

También en estos días murieron Liz Taylor, Gloria Valencia de Castaño y Sonia Osorio, célebres de la farándula y del arte, talentosas cada una en su campo como lo fue Teveo en el suyo. Las ilustres y geniales damas mojaron más prensa que el músico samario, pero como ellas Teveo dejará un gran vacío y su obra y recuerdos quedarán para siempre resonando en el aire al vaivén de la caprichosa “Loca”, y en los oídos y en el corazón de muchos habitantes de esta ciudad dos veces santa, dos veces alegre y dos veces maravillosa. Total, la eterna niveladora se encargó ya de darles el mismo lugar a estos cuatro recientes idos, ni más arriba ni más abajo, ¿ajá?

Continuamos el camino rodando por la vía…, a la izquierda quedó el parque de San Miguel con el cortejo fúnebre-rumbero que ya empezaba a traspasar las puertas del cementerio, y al mirar atrás alcancé a ver por última vez el danzante ataúd que parecía con vida propia, aún elevado por los brazos de los compadres como una ofrenda hacia el luminoso cielo samario de aquella tórrida tarde de marzo. ¡Gracias, paz y juepajé en tu tumba gran Teveo!
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(1) Rey Sinning, Edgar: “Esplendor y decadencia de los carnavales samarios”. Observatorio del Caribe Colombiano: “Cómo es Santa Marta al final del siglo XX”; Citados en Rodríguez A, Manuel Antonio: “La Guacherna samaria, un estilo musical y dancístico urbano muy particular”, disponible en http://www.musicalafrolatino.com/pagina_nueva_61.htm (fecha de acceso 15-4-11, 6:30 a.m.).