lunes, 13 de junio de 2011

El Burro abstencionista

Por Álvaro González Uribe
3 de junio de 2011

Desde que vivo en el Caribe colombiano dejé esa costumbre del interior -y de muchas partes del mundo- de subestimar a los burros y ponerlos como ejemplo de brutalidad. Aprendí su nobleza, inteligencia y en especial la utilidad de estos simpáticos animales. No en vano al niño Jesús en su solitario nacimiento lo acompañó un burro, el mismo Cristo ya mayor entró triunfante a Jerusalén montado en una burra “¡Hosanna, Hosanna!”, y todos los diciembres en mi burrito sabanero voy camino de Belén.

Ya en estos tiempos modernos más profanos, admiro al Biblioburro del profesor Soriano que va de vereda en vereda por las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta llevando libros a los niños, a más de ver cotidianamente cómo estos dóciles y fuertes cuadrúpedos son el amigo fiel que acompaña a muchos en sus labores diarias para ganar el ñame con el sudor de la frente… del burrito. Así pues que no vuelvo a cometer la burrada de burlarme de los burros.

“El burro intelectual”, fue la canción de moda en los últimos carnavales de Santa Marta y Barranquilla:

“El burro le dijo a la burra:
Yo me voy a preparar
Me voy a poner a estudiar
Ya no quiero rebuznar
Yo quiero aprender a hablar
(…)
Ser un burro intelectual.
(Juan Samuel ¿qué le dijo la burra al burro?):
No te pongas a inventar
Tu tienes que rebuznar
No te pongas a estudiar
Quiero tu brutalidad
¿Cuántos intelectos quisieran tener tu especialidad?
Quiero ir pa' la U [sic]
¿Para donde?:
Para la Universidad.
¡Ya te dije que no vas!
El burro le insiste a la burra:
Déjame progresar
Quiero cambiar de vida
Ir a la Universidad
Hablar varios idiomas
(…)
Ser un burro intelectual.
No te pongas a inventar
Tu tienes que rebuznar y si aprendes a hablar
Yo te voy a dejar
Porque tu muy bien lo sabes quiero tu brutalidad
Vete, vete pa' que veas como me consigo un toro enseguida...”

¿Ven? Hasta la picaresca musical reproduce esa fama que no deja progresar a los pobres burros. Pero es injusta, los burros pueden y deben ir a la universidad, y hasta cursar maestrías y doctorados. La semana pasada, antes de las lúgubres elecciones partidistas o consultas internas, varios medios registraron la siguiente noticia que elevó mi admiración por los burros:

Un burro que se comió varios formularios de inscripción de cédulas en el corregimiento de Pampanillo, en el municipio de San Fernando (sur de Bolívar) se convirtió en la comidilla del fin de semana en esta población ribereña. Felipe Turizo Lobo, alcalde de San Fernando, asegura que el hecho insólito se presentó el sábado en la tarde ‘cuando el delegado de la Registraduría que estaba a cargo de la inscripción de cédulas (…) se paró de su puesto para ir al baño y al regresar se dio cuenta que un burro se estaba comiendo dos formularios de inscripción, de los cuales uno estaba vacío y en el otro se habían anotado seis personas’. (…) Muchos pobladores de San Fernando han tomado el ataque del animal con humor y lo han bautizado como el ‘burro justiciero’, en alusión a los fuertes rumores de trasteo de electores que han circulado por todo el Departamento de Bolívar” (eluniversal.com.co, Cartagena, 27-5-11).

Además de castigar el trasteo de votos, el sabio burro previó el vergonzoso abstencionismo que vendría, y no quiso que se perdiera todo ese material que no iba a ser utilizado, como efectivamente sucedió con los formularios que no se alcanzó a comer. “¡Qué desperdicio!”, cuentan que rebuznó el burro refiriéndose no solo a Pampanillo sino a todo el país: “¿70.000 millones de pesos botados así y mi pueblo muriéndose de hambre y con el agua hasta el anca?”