viernes, 4 de marzo de 2011

Cuando los ataúdes navegaron
Por Álvaro González Uribe, Puerto Colombia, enero 6 de 2011

La escena no puede ser más dantesca: 60 ataúdes navegan a la deriva por las calles inundadas de un pueblo. Cualquiera pensaría en un extraño sueño premonitorio o en algún suceso narrado en Cien años de soledad. Pero fue real, como lo han sido otras decenas de imágenes aún no contadas, con una fuerte carga dramática y onírica. Guiones de este invierno bíblico que azota a Colombia, con especial saña a la región Caribe, acompañados, claro, del casi simbólico abigarramiento mágico propio de esta tierra.

En la calle 2 con carrera 14 de Plato, donde los dolientes celebraban sus misas y se repartían el tinto en el último adiós a sus seres queridos, no se escuchan llantos, solamente el gruñido de los caimanes en espera de capturar a la primera presa para devorarla. Pero Alex Trilleras Camacho, quien perdió aproximadamente 60 ataúdes en la avalancha, solamente logró recuperar 12, gracias a la colaboración de amigos y familiares, quienes llegaron a prestarle ayuda en el momento en que la fuerte corriente del agua entraba a su empresa” (El Informador, Santa Marta, 9-12-10).

Nada se ha salvado de las bravas y santas aguas en esta tierra. Ni la vida en todas sus manifestaciones ni la muerte con sus diversos ropajes. Una y otra se confunden entre raudas corrientes que experimentan nuevos cauces o que recuerdan otros, entre avalanchas de lodo que obedientemente cumplen la ley de la gravedad detonadas por aguas de todos los orígenes, y también entre espejos de agua milenarios que “leve e imperceptiblemente” ascienden rodeando paredes, árboles, torres de iglesias y cerros.

Camacho, su segundo apellido “de estadio de fútbol”, expresa la procedencia bogotana de don Alex, de donde llegó hace ocho años a la tierra del Hombre Caimán buscando muertos ajenos para vivir: montó la funeraria Jesús de Nazaret que “con pundonor, dedicación, trabajo y seriedad, logró afianzar entre el resto de las funerarias” (Ibídem). Plato es como todas las poblaciones del Caribe, siempre fieles a su historia: generosos destinos de gentes de lugares cercanos y lejanos, incluso de allende los mares.

¿Adónde habrán ido a parar o por dónde flotarán aún los 48 ataúdes restantes que don Alex y sus amigos no alcanzaron a rescatar de las fauces del celoso y aprensivo río Magdalena desmadrado? ¿Sobre su lomo viajarán ya desperdigados o en sepelio colectivo sin plañideras ni difuntos, y hasta habrán entrado al mar Caribe por Bocas de Ceniza? Quizá algunos sean hoy pedazos de maderos flotantes o combustible de hogueras ribereñas o costeras; incluso ¿por qué no? alguno haya sido pescado y esté sirviendo para su destino de origen en un velorio o yazca bajo tierra o encaramado en una bóveda. Ya es hora de que por el río también bajen sarcófagos para completar el cortejo, pues desde hace mucho bajan no sólo cadáveres sino todo tipo de objetos e incluso hasta luceros como cantó el maestro José A. Morales:

Cuentan que hubo un pescador barquero,
que pescaba de noche, en el río
que una vez con su red, pescó un lucero,
y feliz lo llevó…
y feliz lo llevó a su bohío.
(…)
Y dicen que de pronto se oscureció el bohío
y sin vida encontraron al barquero,
porque de celos se desbordó aquel río,
entró al bohío y se robó el lucero”.

Son crónicas de invierno que seguramente servirán de tema para cientos de novelas, canciones y relatos, pues como todas las catástrofes, el diluvio del año 2010 marcará una época en Colombia, fuente de literatura y de todas las artes, que no se pueden ni se deben sustraer a la realidad sea cual fuere.

Y termina don Alex Trilleras Camacho en la misma nota periodística: "Solamente me queda pedirle a todos los santos, y al señor presidente Juan Manuel Santos, que miren más a esta población de damnificados, porque aquí solamente no hay miseria, son muchas las empresas comerciales que lo perdieron todo. Ahora toca comenzar de nuevo y sacar adelante esta empresa, que Dios se compadezca de nosotros y meta mano para salir adelante en nuestras actividades". ¡Ay Colombiagua!

No hay comentarios:

Publicar un comentario