jueves, 3 de marzo de 2011

El Hombre Caimán Por Álvaro González Uribe

(Del libro De Bolombolo a Aracataca)

Enero 12 de 2008

Cuando pasa lamiendo al municipio de Plato, en diciembre el Río Magdalena con todo el invierno del país en su vientre es una serpenteada tajada de natilla, cuyos trozos de canela son pedazos de troncos flotantes. Como todos los años, en esta población culminó hace poco el Festival del Hombre Caimán, con grupos musicales y de danzas, concursos de atarraya y canotaje, y el conversatorio Origen de la Leyenda.

La famosa leyenda del Hombre Caimán tiene varias versiones. Una dice que un pícaro pescador llamado Saúl fue convertido en caimán porque acostumbraba en las mañanas observar a las platenses cuando se bañaban en el caño de las mujeres, pequeño brazo del Magdalena.

Otra versión es más elaborada, y aunque algunos la ubican en Magangué, el escenario tradicional de la leyenda siempre será Plato. Trata del amor contrariado entre el mismo pescador y Roque Lina, hija del rico del pueblo quien prohibió la relación. Pero como siempre, el amor se las ingenió con sus atrapados, y el pescador consiguió de unos chamanes wayúus en la alta Guajira una pócima que lo convertía en caimán y otra que lo retornaba a su naturaleza humana, truco que usó para verse con su enamorada.

Camuflado en las orillas del Magdalena, Saúl pudo sostener su idilio con Roque Lina. Pero un día, afanado por mantener el amor furtivo, siendo caimán se le rompió el frasco de la pócima que lo convertía en humano y unas gotas le pringaron sólo su cara.

Condenado a la maldición para siempre, seguía viéndose con su novia. Su madre lo alimentaba con pedazos de queso, pan y tragos de ron, hasta que una mañana uno de sus cuñados vio la cola rauda del Hombre Caimán rasgando la corriente del río y dio la voz de alarma. El suegro ordenó disparar contra el caimán cabecihombre, pero éste escapó río abajo hacia Barraquilla con su amada montada en el lomo. Entre otras variadas escamas y diversos finales este es el cuento del Hombre Caimán.

Es otra historia más del mágico vitral Caribe, esta generosa región donde aprendí a comer arepa paisa con butifarra, y a la cual le intento robar el gentilicio de paisamario o caribantioqueño. El barranquillero José María Peñaranda fue el autor de la canción más famosa sobre esta leyenda y por tal motivo se le llamó el Hombre Caimán, aunque hay otra versión de Crescencio Salcedo, el Compáe Mochila, a quien muchos conocimos ya anciano sentado en una acera de la carrera Junín de Medellín tocando flauta para venderlas con sus discos (cuentan que allí mismo en una ocasión le robaron unas cuantas flautas, y el Compáe les gritó a los rateros: “y vuelvan por la música”).

Peñaranda vivió joven en Aracataca -Macondo- donde dicen que conoció a Francisco el Hombre, quien le auguró gran futuro musical. Era un teso de la picaresca caribe y para muestra el “Coge-Coge”:

¿Y tu que cogiste el 9 de abril?
Cien yardas de seda y una pieza de dril
¿Y tu que cogiste dime compáe Mocho?
Yo cogí una olla grande pa’ sancocho
¿Y tu que cogiste?
Hombre yo fui lerdo
Yo cogí una olla sin fondo y un zapato izquierdo
Yo no cogí nada y a casa llegué
Con una puntilla clavada en un pie.

Otra más moderna es “La de Perafán”:

La cosa está muy maluca
Dijo el sobrino de Chola
No sigo sembrando yuca
Voy a sembrar amapola
Y le ha aconsejado a Juana
Muchacha de risa loca
No te pongas a sembrar coca
Ni tampoco marihuana
Ve que a muchas le caerá la maldición del caimán
Ya le cayó a Perafán la maldición del caimán.

Y dice el coro:

Ve las cosas como están
Te meten a la Picota y te pica el alacrán.

Y “La muchacha del balcón”:

Conocí un bobalicón
Que le gustaba Julieta
Se ponía abajo del balcón
Para verle las pantaletas
Esa mañana Julieta
No se asomaba al balcón
Y ahí estaba el grandulón
Con su mirada indiscreta
Y dijo Julieta:
Ahí está pa' verme las pantaletas
Pero hoy sí se va a fregar
Porque no las tengo puestas.

“Se va el Caimán” hizo famoso en Colombia y el mundo a Peñaranda, quien murió hace dos años en Barranquilla. El porro llegó a ser interpretado por la Orquesta Sinfónica de Londres y por Plácido Domingo, y en España lo cantaba el pueblo para burlarse de los repetidos falsos anuncios de retiro del general Franco. También le dio el apodo a Efraín Sánchez en Argentina, cuando de Barranquilla llegó como portero del equipo de fútbol San Lorenzo de Almagro.

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