viernes, 4 de marzo de 2011

PONENCIA
 LA TRANSPARENCIA EN LA GESTIÓN PÚBLICA DE LA REGIÓN CARIBE: PAPEL DE LA UNIVERSIDAD

Ponencia de Álvaro González Uribe para evento “Adopción de Políticas de Visibilidad y Rendición de Cuentas como Instrumento para la Lucha contra la Corrupción”, y firma Pacto por la Transparencia. Organizan: Vicepresidencia de la República, Programa Presidencial de Modernización, Eficiencia, Transparencia y Lucha contra la Corrupción, y Universidad del Magdalena, Santa Marta, diciembre 1º de 2009.

En todos los niveles y sectores de cualquier administración pública enmarcada dentro de un Estado democrático, la transparencia integral es un elemento básico para mantener sanas las instituciones. No se trata sólo de una simple cualidad, o de un valor a perseguir, sino de algo mucho más trascendental: Sin transparencia no puede haber institucionalidad, ni legitimidad, ni gobernabilidad, y cualquier política pública que se intente implementar está condenada al fracaso, pues carece de la suficiente confianza por parte de los gobernados.

Es que para poder sacar adelante sus planes, programas y proyectos, los gobiernos y las entidades públicas necesitan el concurso de los ciudadanos, y ello únicamente es posible con la generación de confianza mutua.

Y esa confianza tiene una sola manera de construirse: creando los mecanismos que permitan a los ciudadanos examinar las actuaciones de los funcionarios públicos, es decir, incentivando la transparencia.

Lo que se hace a espaldas del pueblo o en la oscuridad de las oficinas públicas, por bien intencionado que pueda ser, genera un manto de dudas y suspicacias, que es necesario evitar si queremos un Estado ágil, eficiente y eficaz, líder en la realización de los sueños que en Colombia tenemos aplazados desde hace mucho, quizás durante toda nuestra historia: la paz, el desarrollo integral, y la equidad.

Varios son los enemigos de la probidad en el manejo de lo público: deficiente formación en valores por parte de algunos funcionarios; ausencia de normas y mecanismos pertinentes y modernos; y una organización inadecuada en lo concerniente a la estructura horizontal, vertical, temática y territorial del Estado.

Algunos hacen énfasis en esa organización territorial poco funcional, en especial en el manejo de los asuntos públicos en las regiones, y por ello concluyen que el sistema de autonomía regional y de descentralización impide un control eficaz por parte de la administración central, y que por tanto es el causante de la principal tronera por la cual se fugan los dineros públicos. Nada más errado y más común en la idiosincrasia colombiana: culpar los sistemas exculpando las personas, en una suerte de fetichismo legal, complaciente con el delincuente pero duro con el delito vacío escrito en los códigos.

Nadie puede negar que la corrupción regional es una realidad en Colombia, pero dicho flagelo también se presenta en varias entidades centrales en igual o mayor intensidad, y muchas veces ambas esferas actúan en connivencia, con la desventaja para las regiones de que tal vez por su mayor debilidad aparecen como las únicas y principales culpables, en perjuicio de la institucionalidad de gobiernos y entidades departamentales, distritales y municipales; institucionalidad ésta indispensable, sobre todo hoy como soporte para contrarrestar la delincuencia organizada de todos los orígenes, pues es su deber acompañar al Gobierno Central en la lucha contra los grupos ilegales y la delincuencia común.

Y lo grave no es que se ponga en la picota pública a las regiones, pues ese es un clamor que incluso nace desde acá mismo, lo grave es que por no investigar y castigar esas actuaciones en su totalidad, quede viva una de las fuentes del mal, y que siga entonces haciendo de las suyas aquí, allá o en cualquier parte.

De manera pues que visto desde una región, no se trata “de mal de muchos consuelo de tontos”, sino de erradicar definitivamente ese mal nacional tan vergonzoso, preséntese donde se presente. Necesitamos que “alias corrupción” sea detenido lo más pronto posible.

El departamento del Magdalena y la región Caribe, han sido casi históricamente señalados como corruptos con el dedo acusador del interior del país. Exagerado o no según algunos, tal señalamiento es una realidad parcial que no podemos tapar acusando de igual forma al resto del país que también la vive. Pero de todas maneras, una mirada nacional (advierto: sin que eso signifique quitar los ojos de nuestra región) es justa si queremos una justicia nacional, alejada de regionalismos vanos que sólo pretenden romper la cuerda por el lugar más débil para dejar intacta la cepa del cáncer, y, en otros casos, para mostrar justicia parcial mediática.

Por ejemplo, en los últimos meses casi todo el país está mirando sólo hacia el Magdalena, en un sonado caso que no vale la pena mencionar acá porque todos conocen. Nada más adecuado que se investigue y sancione con el peso de la ley a los culpables de que la región esté mostrando sólo una mínima faceta de lo que es.

Lo importante es que toda Colombia sepa que los actos de corrupción que se han presentado en este Departamento y en la región Caribe, no son la característica esencial y mayoritaria de un pueblo; que la gran mayoría de habitantes del Caribe no sólo le apuesta a jugar limpio y a cumplir la ley, sino también a coadyuvar con los organismos de control y de justicia, con el Estado Nacional, y con los medios de comunicación responsables, en la denuncia e investigación de quienes han enturbiado la imagen de un pueblo que es por naturaleza honrado y cumplidor de su deber.

Quizás en esto último sí han faltado mayor firmeza y pasión, y debemos avanzar decisivamente en una labor más proactiva. Por tanto, hoy este acto debe ser visto por todo el país como una muestra de que los magdalenenses y los habitantes del Caribe sí censuramos la corrupción, que no es nuestro estilo de vida, y que somos conscientes de que hay que luchar contra ella, sean de donde sean los culpables y los beneficiados.

La Universidad del Magdalena, como alma máter del Departamento (bella expresión latina que significa “madre nutricia”, y por ello la traigo a colación), es el espacio ideal para gritar a los cuatro vientos nuestro compromiso con la transparencia. De la universidad emana el material humano que nutre la dirigencia, en ella se investiga lo necesario para que las bases de la transparencia sean pertinentes y modernas, y debe ser ejemplo social de manejo de lo público en la región.

Esta Universidad hace cerca de 11 años se encontraba sumida en una situación oscura, que la tuvo casi al borde de su desaparición, precisamente por el desgreño administrativo, los malos manejos, la negligencia y la ausencia de gestión, todo amparado y alimentado por la falta de transparencia y el ocultamiento de la información.

Afortunadamente, con base en un ejercicio de participación ciudadana y de la comunidad universitaria, de voluntad política, y de un esfuerzo de gestión institucional ante los gobiernos regionales y central, la Universidad del Magdalena pudo salir adelante, y convertirse en lo que es hoy.

Ese buen manejo transparente, participativo y esforzado, arrojó unos frutos que hoy traigo como ejemplo, pues muestran a Santa Marta, al Departamento, a la región Caribe, y a Colombia, que ser transparente y legal sí paga. Dos cifras sueltas hablan por sí solas:

Un oneroso déficit de 26.000 millones de pesos en 1997, fue transformado en un sano y real presupuesto de 74.000 millones en el presente año, convirtiéndonos en una entidad de educación superior pública de alta credibilidad para las instituciones financieras internacionales. En ese mismo año, 1997, se matricularon en pregrado apenas 2.206 estudiantes, y en el año actual lo hicieron 9.625.

Pero esos esfuerzos que sirvieron para salir de ese difícil trance los hemos seguido manteniendo y vigorizado en el tiempo, día a día, como única manera de continuar por nuestra ruta y de crecer sin pausa.

La actual Administración cada vez intensifica más los procesos de participación como manera de legitimar y dar trasparencia a sus actos, involucrando a la comunidad universitaria en todas las acciones que lo ameriten. También, ha fortalecido la evaluación y la rendición de cuentas por convicción, como lo establece el Plan de Gobierno 2008-2012, y tiene como labor esencial la autoevaluación y la acreditación en todos los procesos: académicos, de investigación, de extensión, administrativos y financieros, en los cuales son claves la probidad y la transparencia.

La rendición de cuentas y la cultura de la información son hoy elementos esenciales en cualquier administración, y, valga decirlo, no solo de la administración pública. Por ello es clave que los estudiantes se formen en esa costumbre, pues muchos de ellos ingresarán mañana a la empresa privada, y serán los encargados de expandir esa cultura corporativa, como aporte fundamental a la responsabilidad social de la empresa privada.

El hecho de que acá en nuestras instalaciones sea donde se realice este evento, es para nosotros muy significativo, pues lo tomamos como un acto de confianza y de reconocimiento a la labor realizada, que como ya expresé, nos permitió, así fuese con sudor y lágrimas, convertirnos en la Institución que hoy somos.

Nos falta mucho por recorrer y vamos en ese camino, pues las lágrimas y el sudor siempre serán consecuencia grata del trabajo esforzado, al cual además en el Caribe le mezclamos con responsabilidad la alegría de una idiosincrasia creativa, indispensable para una Colombia que a veces se sume en una explicable tristeza.

El acto de hoy incrementa nuestra responsabilidad y nos da más fuerzas para continuar, no sólo actuando internamente con transparencia, en especial con mecanismos ideales como la rendición de cuentas, sino extendiéndolos con nuestro liderazgo a la región en todos los sectores sociales, públicos y privados. Somos una Universidad visible; un faro cuya luz debe iluminar toda la región. Muchas gracias.

Álvaro González Uribe
Centro de Investigación en Gobierno y Políticas Públicas
Vicerrectoría de Investigación
Universidad del Magdalena
Santa Marta D.T.C.H.

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